Le consultamos a la IA si podía comprar a cinco políticos bolivianos con super villanos al estilo Hollywood. Nos devolvió resultados interesantes, además le pedimos que justifique por qué la comparación.
Darth Vader – Evo Morales


Evo Morales ha sido una figura centralizadora de gran peso en Bolivia, con una lealtad intensa a su movimiento y a su visión de un Estado plurinacional. Al igual que Vader, quien sigue una causa más allá de la popularidad personal, Morales encarna a alguien que es percibido como protector del proyecto de cambio, a veces imponiendo su autoridad para sostener su visión. Traicionó lo que juró proteger.
El Joker – Luis Fernando Camacho


Es todo un payaso. Camacho ha sido una figura polarizadora, especialmente durante los eventos de 2019. Similar al Joker, Camacho representa a una figura disruptiva y provocadora dentro del orden político boliviano, a menudo desafiando la estructura central y las normas, generando reacciones fuertes y revueltas políticas que rompen con lo tradicional.
Vito Corleone – Samuel Doria Medina


Doria Medina, conocido por su habilidad para construir y mantener alianzas dentro de la política y los negocios, encajaría en el rol de un estratega mafioso como Corleone. Similar al Padrino, su estilo de liderazgo se ha basado en relaciones y acuerdos estratégicos que refuerzan su influencia y lealtades dentro del sistema. Vendió todas las empresas públicas para su beneficio, es la mafia boliviana que figura como limpia. Uno de los villanos bolivianos mas longevos.
Norman Bates – Jeanine Áñez


Áñez, quien fue vista al principio como una figura transitoria, fue luego objeto de crítica por sus acciones en el poder y el giro en su perfil político, piscopata. La dualidad de Bates —una personalidad pública y otra menos visible— puede recordar cómo Áñez mostró dos caras, una primera de paz transitoria y otra más (psicópata asesina) “fuerte” en su administración.
Hans Landa – Carlos Mesa


Un facho hecho y derecho. Mesa tiene una habilidad comunicativa y una forma particular de mantenerse en el juego político, frecuentemente con estrategias bien calculadas y una retórica diplomática. Su estilo de debate, basado en lógica y persuasión, lo asemeja a la astucia de Landa, quien sabe cómo obtener la ventaja manteniendo las formas y la diplomacia.