Voici le temps des assassins
Arthur Rimbaud
Alison Spedding
Sabido es que las opiniones tajantes en el ámbito del arte no tienen sentido: se trata de una materia demasiado subjetiva para clasificarla como si fuera categórica. De modo que me limitaré a una opinión personal, diciendo que, de todos los trabajos de Alison Spedding, el que me parece más valioso es una novela breve y poco conocida llamada El viento de la cordillera. Intentaré explicar ese énfasis.
Alison Louise Spedding Pallet (Belper, Inglaterra, 1962) es una chola gringa de un metro noventa y figura extravagante, que anda por La Paz desde comienzos de los 80´S, trabaja en la UMSA como docente, radica o radicó en Chulumani, donde cultiva cocales, y tuvo durante los 90´s dudosos problemas con la pantagruélica Ley 1.008 (corroborando de ese modo el aserto de Ernst Jünger sobre el oficio de escritor: “un currículum vitae completo incluye una temporada en prisión”). Experiencia extrema, por cierto, que plasmó en un estudio etnográfico sui géneris: La segunda vez como farsa, sobre su estadía en el Centro Penitenciario Femenino de Miraflores. Y lo que es más importante: alcanzó el tope de su reputación literaria al ganar el Premio Nacional de Novela en el 2015, con un realista y voluminoso Catre de fierro.
Antes, Alison Spedding fue estudiante de antropología en su tierra de origen, hasta doctorarse en el 88 (justamente sobre comunidades tradicionales productoras de coca), y también novelista de fantasías históricassobre Alejandro Magno: tres en total, que vieron la imprenta en el Viejo Continente.
En la Bolivia intelectual contemporánea, se diría que Spedding es un mito si no fuera porque no está muerta. Porque amén del choque entre su enorme diferencia original y su asimilación extraordinaria al mundo aymara (sobre todo de El Alto y Los Yungas), una prolífica y minuciosa producción investigativa en las ciencias sociales le atrajo el interés y el respeto de la Academia, a la par que su producción literaria –¡urdida en una lengua adoptiva!- llamó la atención del ámbito literario: hoy es, sin duda, de los intelectuales más prestigiosos de Bolivia.
Su saber de primera mano –vivió años en las comunidades en las mismas condiciones que los campesinos y habla impecablemente aymara-, sus vastas lecturas críticas y la calidad de su producción teórica explican esa desmesura.
En el campo de la ficción, urdió en el Altiplano un bello libro de relatos: El tiempo, la distancia, otros amantes, que podría considerarse un deslinde entre su obra inglesa y boliviana y algunos de cuyos cuentos más o menos costumbristas prefiguran sus novelas subsiguientes: Manuel y fortunato (picaresca andina que reconstruye, en ese género casi bastardo, la vida cotidiana en el Alto y Bajo Perú de 1580 a 1627), De cuando en cuando Saturnina (enmarcada engañosamente en la ciencia ficción: La Paz del año 2070 al 2085, “después de su liberación”), Catre de fierro (la historia de una familia paceña del campo como espejo de la historia de Bolivia) y una novela más corta que todas las otras y que dejo para el último porque –decía- estimo la mejor: El viento de la cordillera (que cuenta desde adentro el mundo de la fabricación cacera de cocaína y que, amén de su perfección como novela negra, tiene un gran valor documental extra).
En verdad, de la lectura de sus ficciones deriva la opinión de que Spedding, como antropóloga inglesa, es una escritora boliviana excelente; lo que se dice un ejemplo: difícilmente otro autor nacional logre captar la esencia local con semejante tino. Por supuesto, no hablo tanto del verosímil de sus datos (no hay muchas descripciones minuciosas en sus páginas, contadas en impoluto aymara, “alteño”, “yungueño”- como de una suerte de felicidad espontánea, lacónica, en la que su economía verbal pareciera verter el espíritu de sus personajes populares en un folclore sin filtro. Así, el efecto de verosímil es impecable; el mensaje, una denuncia sin patetismo.
Retomo El viento de la cordillera, cuyo valor –de nuevo- es doble: a lo ya dicho aúna la estructura de un thriller, de una novela negra que se desembrolla en Los Yungas y ciertos suburbios paceños de los 80´s (exótico ambiente digno de Sax Rohmer), con todos los ingredientes mayores del género; esto es: la épica del malestar en la cultura de la urbe, donde gobierna el dinero, las apariencias engañan y todo se está pudriendo. Y sin embargo, es como si Spedding retorciera esa tradición, desafiando al sistema desde la transgresión de sus personajes, especies de laberintos anímicos en apariencia ingenuos, que sabemos desde un comienzo atrapados: es imposible escapar de la propia sombra, cuya estructura social determina. Tan bien lograda y ambientada de hecho, que uno se tienta de repetir el dictamen de Dumas sobre la novela histórica: “si viola a la Historia, es para hacerle hijos hermosos”.
En otras palabras: este tipo de novelas como El viento de la cordillera salva al lector de cualquier psicosociologia de bolsillo presentando tipos marginales infinitamente queribles y explicando sus acciones de acuerdo a la lógica más pura; sustituye la pesada letanía de la culpa y la superflua explicación vía trauma social, por una simpatía jovial y contagiosa. Su resultado repite, una vez más, que todo es mentira, que es artera la frontera entre la ley y el crimen, y que los sabuesos de la coca siguen siendo los vulgares alcahuetes hipócritas de siempre: un talento para decir con la ficción lo que no cabe con las ciencias sociales.
Por Franco Sampietro