GOTHAM CITY EN TIEMPOS DE CARNAVAL

transporte público

La Paz vive una crisis compleja, que no solo es económica, sino de gobernabilidad, visión y justicia social. Bajo el mandato de Iván Arias, la ciudad ha caído en un caos palpable: el transporte público es un reflejo de la desorganización y el abandono que atraviesa todo el municipio, donde los problemas estructurales no se resuelven, sino que se acumulan. En lugar de implementar políticas públicas que ofrezcan soluciones a largo plazo, el alcalde se ha sumido en el juego de los intereses particulares y la improvisación, dejando a los paceños y paceñas atrapados entre el desorden y la falta de respuestas.

Acto 1, LA TRAICIÓN EN VÍSPERAS CARNAVALERAS

El Carnaval ha sido, durante décadas, un escenario donde las grandes decisiones que afectan a los bolivianos y bolivianas se toman casi como un acto de distracción, lejos del ojo crítico de los ciudadanos. El alza de los pasajes no es una excepción. Al igual que en la gestión de Luis Revilla en el 2016, quien impuso aumentos de tarifas en el transporte durante este mismo periodo, Arias ha elegido el mismo momento para ejecutar una medida que afecta gravemente al bolsillo de las familias paceñas, bajo promesas de mejoras y pocas o nada de acciones sobre ellas.

Si hay algo que la historia nos ha enseñado, es que los grandes momentos de crisis política en La Paz llegan sagazmente entre fiestas. La pérdida del mar, ese hecho histórico que marcó no solo a varias generaciones, sino todo el rumbo de nuestro país también ocurrió en un Carnaval. El simbolismo no es solo anecdótico, es un recordatorio de cómo la ciudad, una y otra vez, se ve sumida en momentos de incertidumbre y decisiones equivocadas justo cuando la atención colectiva parece desviarse hacia el entretenimiento y la celebración.

Acto 2, EL OSCURO PACTO

Entre puñetes y empujones se vivió el pacto que Arias realizó con los transportistas, que permitió el alza arbitraria de tarifas, este es solo el último episodio de una serie de decisiones erráticas. Este acuerdo, que parecía una solución a las necesidades de un sector que atraviesa dificultades, ha resultado ser un atajo político que no resuelve nada. En lugar de una reforma estructural que dignifique el transporte, la seguridad y la calidad de vida de los ciudadanos, Arias se ha limitado a un acuerdo temporal, que favorece a los transportistas, pero ignora las demandas de los usuarios, que ahora enfrentan tarifas más altas y un servicio cada vez más precario.

Pero este pacto no es un hecho aislado. Es la culminación de una política de inacción que ha caracterizado su gestión. Mientras La Paz se enfrenta a una crisis de servicios básicos, de transporte público colapsado, de calles deterioradas maquilladas superficialmente, de ciclovías sin planificación o puentes anhelados que se desmantelan al segundo día de inauguración, y de seguridad en constante retroceso, el alcalde se ha refugiado en la excusa de “Nosotros tomaremos la determinación”, básicamente diciendo veremos que decidirán a dedo lo que sucederá en el bolsillo de la población paceña, amparado en un análisis de incremento de tarifa que deja en duda el profesionalismo con el que se lo ha realizado. En lugar de tomar decisiones firmes, se dedica a dilatar problemas con promesas vacías y gestos mediáticos.

Acto 3, UN ALCALDE DESCONECTADO DE LA POBLACIÓN PERO CONECTADO CON SU SILLA

En una ciudad donde las desigualdades son palpables y los más vulnerables son los más afectados por la falta de políticas públicas eficaces, la falta de acción del gobierno municipal solo profundiza las brechas sociales.

Los transportistas, como muchos otros sectores, están pasando por dificultades económicas reales, exacerbadas por el aumento de la canasta familiar. Sin embargo, el alcalde ha optado por un enfoque simplista: ceder ante ellos sin proponer alternativas sostenibles. Sin hacer un llamado a la Asamblea de la Paceñidad, sin reunirse con todas las juntas de vecinos y no solo con sus allegados.  Esta falta de visión a largo plazo se ve reflejada en un gobierno que prefiere pactar con el caos, que tira la piedra y esconde la manos ocultándose tras acuerdos poco transparentes, sin una estrategia clara para mejorar la infraestructura y las condiciones de vida de los paceños.

La ciudad no puede seguir siendo gobernada bajo la lógica del parche cotidiano y el show mediático que orquesta Iván. La solución a la crisis no está en acuerdos temporales ni en promesas vacías, sino en un verdadero plan de transformación urbana, que contemple la mejora del transporte, la infraestructura, la seguridad y la educación.

La Paz no puede seguir gobernada por acuerdos a corto plazo, ni por medidas populistas que solo pretenden calmar las aguas temporalmente. El Carnaval puede ser una fiesta para muchos, pero para la ciudad, la verdadera celebración debe ser la justicia social, el progreso y la solución a los problemas de fondo. El alza de pasajes es solo una muestra de cómo la gestión de Arias se limita a reaccionar ante la crisis, sin proponer soluciones duraderas y sobre todo integrales entre todos los paceños y paceñas.

Acto 4,  LUTO EXTREMO POR MI MARAVILLOSA CIUDAD

La Paz, verdaderamente me dueles, necesitamos un alcalde que no solo se preocupe por su imagen o que culpe a las lluvias por los deslizamientos, o que haga ciclovías sin previa logística de ruta. Necesitamos a un alcalde que también cuide a la población, que mínimamente proteja a su personal y no los exponga como carne de cañón ante agresiones que fueron declaradas en medios días previos,  necesitamos un alcalde que tome decisiones que realmente beneficien a todos, que garantice el bienestar y la justicia para todos los ciudadanos de nuestro amado municipio.

Hoy resuena la frase del filósofo Jorge Ruíz de Santayana “Quién no conoce su historia está destinado a repetirla”, paceñas, paceños este es un llamado a la acción, no a la confrontación sino al diálogo, La Paz seguirá siendo una ciudad gobernada por el caos y la improvisación si no hacemos algo.  ¿Qué más debe pasar? El Carnaval puede ser un momento de alegría, pero las decisiones políticas no deben ser parte de un juego donde la gente paga el precio.

Por Gabriela Villanueva

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